martes, 22 de julio de 2008

Un hombre muerto a puntapies... Pablo Palacio

UN HOMBRE MUERTO A PUNTAPIÉS
Pablo Palacio
Con guantes de operar hago un pequeño bolo de lodo suburbano. Lo echo a rodar por esas calles: los que se tapen las narices le habrán encontrado carne de su carne "¿Cómo echar al canasto los palpitantes acontecimientos callejeros?" "Esclarecer la verdad es acción moralizadora"

EL COMERCIO de Quito

"Anoche, a las doce y media próximamente, el celador de Policía Nº 451, que hacía el servicio de esa zona, encontró entre las calles Escobedo y García, a un individuo de apellido Ramírez casi en completo estado de postración. El desgraciado sangraba abundantemente por la nariz, e interrogado que fue por el señor Celador dijo haber sido víctima de una agresión de parte de unos individuos a quienes no conocía, sólo por haberles pedido un cigarrillo. El Celador invitó al agredido a que lo acompañara a la comisaría de turno con el objeto de que prestara las declaraciones necesarias para el esclarecimiento del hecho, a lo que Ramírez se negó rotundamente. Entonces, el primero, en cumplimiento de su deber, solicito ayuda a unos de los Chaufferes de la estación más cercana de autos y condujo al herido a la Policía, donde a pesar de las atenciones del médico, Doctor Ciro Benavides, falleció después de pocas horas.
"Esta mañana, el señor comisario de la 6ª ha practicado las diligencias convenientes; pero no ha logrado descubrirse nada acerca de los asesinos ni de la procedencia de Ramírez. Lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso.
"Procuraremos tener a nuestros lectores al corriente de cuanto se sepa a propósito de este misterioso hecho."
No decía más la crónica del diario de la Tarde.
Yo no sé en que estado de ánimo me encontraba entonces. Lo cierto es que reí a satisfacción.¡Un hombre muerto a puntapiés! Era lo más gracioso, lo más hilarante de cuanto para mí podía suceder.
Esperé hasta el otro día en que hojeé anhelosamente el diario, pero acerca de mi hombre no había una línea. Al día siguiente tampoco. Creo que después de diez días nadie se acordaba de lo ocurrido entre Escobe y García.
Pero a mí llegó a obsesionarme. Me perseguía por todas partes la frase hilarante: ¡Un hombre muerto a puntapiés! Y todas las letras danzaban ante mis ojos tan alegremente que resolví al fin reconstruir la escena callejera o penetrar, por lo menos, en el misterio de porqué se mataba a un ciudadano de manera tan ridícula.
Caramba, yo hubiera querido hacer un estudio experimental; pero he visto en los libros que tales estudios tratan sólo de investigar el cómo de las cosas; y entre mi primera idea, que era ésta, de reconstrucción, y la que averigua las razones que movieron a unos individuos a atacar a otro a puntapiés, más original y beneficiosa para la especie humana me pareció la segunda. Bueno, el porqué de las cosas dicen que es algo incumbente a la filosofía, y en verdad nunca supe qué de filosófico iban a tener mis investigaciones, además de que todo lo que lleva humos de aquella palabra me anonada. Con todo, entre miedoso y desalentado, encendí mi pipa. -Esto es esencial, muy esencial.<>

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